martes, 22 de febrero de 2011

La Catarina. A. Bravo

¿Qué haces con esa catarina?-le pregunté. Es mía, respondió. No crees que estaría mejor si la dejaras libre, iría a jugar con las demás catarinas. Es mía, respondió sujetándola con más fuerza. Esta bien, es tuya pero no la abraces tan fuerte le puedes hacer daño,-le advertí. Es mía, dijo por tercera vez. Tuve que respirar profundamente para no perder la calma con esta muchacha malcriada. ¿ Y tú quieres mucho a tu catarina?- Sí, dijo secamente. ¿ Ya le preguntaste si se quiere quedar contigo?- sí porque es mía, a veces no porque corre de mí. Corre de ti, eh ¿por qué corre de ti?- pero la jalo de la pata y ya no corre. A lo mejor le duele cuando jalas de su patita ¿no crees?. La niña se me quedó mirando, después de un momento puso su carita de puchero y se le humedecieron sus ojazos negros. Tu catarina esta bien- le dije- nada más no le jales las patas. Bueno, me contestó, poniendo al bicho en el suelo, la catarina intento escapar enseguida, y la pequeña hada se sentó sobre ella para inmovilizarla. Y yo tuve que respirar hondamente de nuevo.

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